ALL ABOUT JAZZ 28.02.2015 - The Ars Antiqua Austria is a precisely-tuned ensemble, led by violinist Gunar Letzbor who perform a stately and sacred cycle recorded, appropriately at the Parish Church of the Assumption in Hallstatt...
EL ARTE DE LA FUGA 14.02.2015 - Recomiendo de todo corazón la escucha de este álbum con calma y atención a todo el que no haya tenido oportunidad de degustarlo: probablemente no haya ninguna versión que le impacte más, que le llegue más hondo, que le transmita más, que le comunique toda la verdad contenida en las fabulosas Sonatas del Rosario...
STANDAARD.BE 4.03.2015 - Dat klinkt als lauwe diepvrieskost, maar is het niet...
GOLDBERG MAGAZINE - Gunar Letzbor's violin captures
the fascination of the Baroque. The mysterious asymmetry, the unforeseen
and evocative fantasy and the passion for life...
FONO FORUM 1/98 - Dem Mystischen geöffnet: Gleichwohl
tut Letzbor alles, um diese sehr spezielle, in ihrer Virtuosität
gar mißverständliche Musik dem Publikum nahezubringen. Sein
Ton ist wärmer und auf den ersten Blick auch persönlicher als
der von John Holloway...
TOCCATA Nr.3/2005 Mai-Juni 2005 - Entsprechend experimentieren Gunar Letzbor und seine sieben Gefährten
von Ars Antiqua Austria
zum einen mit einer breiten Palette an Ausdrucksmöglichkeiten ihrer
Instrumente auch jenseits des konventionellen Rahmens, zum anderen durch
variable Zusammensetzung bei der Ausführung des Continuoparts, um
Atmosphäre und Dramatik vielfältig expressiv umzusetzen...
ARS Antiqua Austria, Gunar Letzbor: Biber:
Sonaten Uber Die Mysterien des Rosenkranzes (2015)
By C. MICHAEL BAILEY, Published: February 28, 2015
It is a funny thing. There are just some pieces of music that scream to be owned in multiple performances. This past Christmas, I bought my 52nd and 53rd performances of Handel's Messiah. I am not sure if one can own to many performances of Bach's Goldberg Variations or Christmas Oratorio or Mass in B Minor. There is no possible way that one can have too many Beethoven Symphony Cycles. Another of these special sets of music is Heinrich Ignaz Franz Biber's Sonaten Uber Mysterien Des Rosenkranzes, or "The Rosary Sonatas."
Biber (1644—1704) was a devilishly clever fiddle player from a period that boasted several, including Giuseppe Tartini (1692—1770), Arcangelo Corelli (1653—1713), Francesco Maria Veracini (1690—1768), Francesco Geminiani (1687—1762), and Pietro Locatelli (1695—1762). The period was rich with violinists and composers for the violin. Biber wrote a prolific amount of instrumental music and is most known for his violin sonatas, while also composing a good bit of sacred music. In his "Rosary Sonatas" he combined the two.
The only original manuscript was discovered and is stored in the Bavarian State Library in Munich. When discovered, there was no title page, and the manuscript begins with the dedication. Because of the missing title page, it is uncertain what the title of the collection of violin pieces was to be. It is thought that the pieces were composed around 1676, but it was not until 1905 that they were published.
Technically, the "Rosary Sonatas" are a collection of 16 short sonatas for violin and continuo, with a final passacaglia for solo violin. Each piece has a title related to the Roman Catholic Rosary Marian devotion.
A Brief Interlude on the Rosary
In Roman Catholic tradition, The Rosary is a beaded prayer instrument made up of five sets of ten prayers (a decade), each of the five sets corresponding to one of three overall cycles of "mysteries:" five Joyful Mysteries, five Sorrowful Mysteries and five Glorious Mysteries (since the 13th Century, Pope John Paul II added his "Luminous Mysteries").
The 15 Mysteries of the Rosary, as performed in the "Rosary processions" since the 13th century, are meditations on important moments in the life of Christ and the Blessed Virgin. During these processions, participants walked around a cycle of fifteen paintings and sculptures that were placed at specific points of a church depicting the Passion (also known as Stations of the Cross).
It is from these 15 Mysteries that Biber structured his sonata cycle. There have been several exceptional recordings of the Rosary Sonatas including Reinhard Goebel and Musica Antiqua Köln (Archiv, 1991), John Holloway and Tragicomedia (Virgin Veritas, 2002), Andrew Manse and Richard Egarr (Harmonia Mundi, 2004) and Julia Wedman (Sono Luminus, 2011). Our present consideration is a current re-release of a 1997 performance by the period instrument/period performance group Ars Antiqua Austria, under the direction of Gunar Letzbor.
The relatively rare appearance of this cycle in the recorded literature makes all that is there valuable. The Ars Antiqua Austria is a precisely-tuned ensemble, led by violinist Gunar Letzbor who perform a stately and sacred cycle recorded, appropriately at the Parish Church of the Assumption in Hallstatt. If location is everything, it is the most outstanding thing in this recording. Further commentary remains unnecessary. This music recalls the opening salvo of John Keats' "The Eve of St. Agnes:"
"ST. AGNES' Eve—Ah, bitter chill it was! The owl, for all his feathers, was a-cold; The hare limp'd trembling through the frozen grass, And silent was the flock in woolly fold: Numb were the Beadsman's fingers, while he told His rosary, and while his frosted breath, Like pious incense from a censer old..."
Track Listing: CD1: Sonatas I - IX. CD2: Sonatas X - XVI
Personnel: Lorenz Duftschmid: bass viol; Wolfgang Zerer: organ; Wolfgang Gluxam: harpsichord; Axel Wolf: lute, archilute; Michael Oman: viola da gamba; Uli Fussenegger: double bass; Gunar Letzbor: violin.
Record Label: Arcana - Outhere Music
http://www.elartedelafuga.com/wp/cuando-letzbor-revelo-a-biber/
Publicado el: sab, 14 feb, 2015
Por Javier Sarría Pueyo
Cuando Letzbor reveló a Biber
En 1997 sólo existían cuatro grabaciones de las Sonatas del Rosario de Heinrich Ignaz Franz Biber. Si prescindimos de la pionera de Eduard Melkus (Archiv, 1968) y de la cojitranca de Franzjosef Maier (EMI/DHM, 1983), sólo dos podían tentar al melómano: las protagonizadas por John Holloway (Virgin Veritas, 1990) y por Reinhard Goebel (Archiv, 1991). Sin duda se trataba de versiones estimables, pero con carencias que ponían de relieve, de forma en exceso patente, que faltaban cosas, que no se hacía plena justicia a tan gloriosa música, que ésta podía revelar todavía mucho más. Probablemente a Holloway le sobraba timidez y a Goebel tontería. Y, ese año, apareció en los anaqueles una cajita con una estética bastante mala (en aquella época Arcana no era ningún modelo de diseño) que presentaba a Gunar Letzbor, acompañado por alguno de sus habituales, haciendo la obra cumbre instrumental de Biber. Dos años antes el austríaco ya había mostrado lo que era capaz de hacer con la música violinística de su compatriota, con unas superlativas sonatas de 1681 (Symphonía, 1994; hoy reeditada en Pan Classics), pero creo que nadie podía imaginar las cotas a las que llegó con las Sonatas del Rosario, probablemente porque las Sonatae a Violino Solo de 1681, con ser una música sensacional, no son, a diferencia de las del Rosario, una obra maestra universal, una de las cumbres del barroco instrumental.
Letzbor nos reveló unas sonatas completamente nuevas, profundamente enraizadas tanto en el sentido místico más profundo de los Misterios de la vida de la Virgen María, como en el significado retórico de la música. Así, propuso una versión dramática en su esencia. La más dramática entonces y ahora. Un drama, el de los episodios de la vida de María, ilustrado musicalmente sin concesiones, pues cada gesto, cada frase, cada tempo y cada silencio está buscado para lograr la expresividad, para transmitir con las armas de la retórica musical el contenido de la partitura. Este drama, este teatro de la fe, tan barroco, no podía quedar, pues, en la exposición simple de la belleza de la música. Letzbor no ahorró ni un staccato, ni una inflexión dolorosa, ni un silencio contemplativo. Pero, al tiempo, jamás recurrió al exhibicionismo virtuoso, tan fácil en una música llena de retos técnicos y variaciones virtuosas. Podía apreciarse, por ejemplo, que muchos tempos eran deliberadamente morosos, evitando una velocidad que, sí, habría sido más efectista, pero no habría permitido desarrollar un discurso musical con sentido. Y, ojo, cuando hablo de drama no me refiero sólo al énfasis en los momentos más arrebatados, no. Son algunos de los momentos más contemplativos los que destacan en mayor medida en la lectura. Su recogimiento y unción pueden llegar a ser sobrecogedoras. Todo su arsenal se dirigió, en exclusiva, a desentrañar la verdad de estas maravillosas sonatas. Desde los primeros compases del Preludio de la primera sonata uno se daba cuenta de que se trataba de una versión nueva y diferente, de que había que prepararse para una experiencia única, con ese aire rapsódico tan característico de Letzbor… ¡y de Biber!, creciendo en volumen mientras el violín teje furiosamente sus arabescos sobre el tapiz de un violón particularmente misterioso. Nunca antes ni después se convirtió la zarabanda de la séptima sonata en una representación tan dolorosa de la flagelación. Aquí Letzbor empleó abundantemente el rubato y, apoyado en la scordatura, crea un sonido deliberadamente feo y cruel, con unos spiccati duros, brutales, desalmados. Y, a continuación, la primera variación, que no puede ser más contrastada, llena de misericordia por el sufriente Jesús; hasta que llega de nuevo el tormento. Otro buen ejemplo es la paradójica octava sonata, la coronación de espinas. Tras una sonata de un lirismo arrebatador, en que puede verse a Jesús físicamente hundido, pero lleno de dignidad, llega una alegre giga en ¡si bemol mayor! con tres variaciones virtuosas, en que se van reduciendo progresivamente los valores de las notas. ¿Qué se puede hacer con algo así? ¿Dónde está el sufrimiento en la humillación de Cristo? Letzbor lo consigue gracias a una notable flexibilidad rítmica que, en la exposición de la giga, nos presenta a unos soldados borrachos, inhumanos, ejecutando una danza burlona en torno al Salvador recién flagelado, danza que desarrolla una progresión paroxística como metáfora de la maldad humana.
Ni que decir tiene que, en 1996, fecha de la grabación, Letzbor estaba en su mejor momento, por lo que las dificultades técnicas de la partitura se solventan con la naturalidad de quien desdeña ese aspecto para ir más allá. Sus acompañantes, habituales de Ars Antiqua Austria, tejieron un continuo rico en matices y colores, pero que, de nuevo, huía de la exhibición. Varió mucho el acompañamiento, pero nunca se multiplicaron simultáneamente los instrumentos del continuo, sino que se buscó, con discreción, el acompañamiento que mejor sirviera al discurso retórico, limitándose con frecuencia a uno o dos instrumentos.
Poco después comenzó la avalancha de nuevas grabaciones de las Sonatas del Rosario, en particular a partir del 300º aniversario de la muerte de Biber en 2004: Bismuth, Reiter, Pierot, Manze, Huguett, Sepek y muchos otros han hecho grandes cosas con esta música eterna, pero, a mi juicio, ninguno ha sabido penetrar en sus misterios como Gunar Letzbor. Tal vez sólo Riccardo Minasi haya sido capaz de hacer una versión rival, con una lectura tan opuesta, sin embargo (brillante, virtuosa, luminosa, llena de fantasía), que, en realidad, no resulta comparable.
Tras la muerte de Michel Bernstein y el subsiguiente desmantelamiento de Arcana esta grabación quedó descatalogada e inhallable hasta hoy, en que, bajo la égida de Outhere, presenciamos gozosos la recuperación de esta inmensa versión en un elegante digipack que cuenta con toda la documentación original, incluidas las excelentes notas del propio Letzbor. Recomiendo de todo corazón la escucha de este álbum con calma y atención a todo el que no haya tenido oportunidad de degustarlo: probablemente no haya ninguna versión que le impacte más, que le llegue más hondo, que le transmita más, que le comunique toda la verdad contenida en las fabulosas Sonatas del Rosario.
http://www.standaard.be/cnt/dmf20150331_01608232
Sonaten über die Mysterien des Rosenkranzes
04 maart 2015 | ANNEMARIE PEETERS
De Oostenrijkse violist Gunnar Letzbor maakte in de jaren 90 naam met de muziek van Heinrich Ignaz Franz Biber, een zeventiende-eeuwse vioolvirtuoos uit Oostenrijk die de viooltechniek van toen een stevige duw in de rug gaf. Bibers mysterie-sonates voor viool zijn een monument van instrumentale inventiviteit, van ruw tot lieflijk, van sacraal tot zinnelijk. Nu worden Letzbors opnames uit 1997 opnieuw uitgebracht. Dat klinkt als lauwe diepvrieskost, maar is het niet. Je vraagt je natuurlijk af hoe Letzbor Bibers grillige muziek vandaag zou doen klinken. Maar tegelijk betovert dit bijzondere kleinood van bijna twintig jaar oud nog altijd evenveel als toen: fijn verteld met aandacht voor elk avontuurlijk detail van Bibers muziek.
www.goldberg-magazine.com
HEINRICH FRANZ VON BIBER
Sonaten über die Mysterien des Rosenkranzes
Gunar Letzbor
Lorenz Duftschmid, Wolfgang Zerer,
Wolfgang Glüxam, Axel Wolf
Arcana A 901, 1996 - 119:40 min.
The rediscovery of Franz Biber's genius is one of the highlights of the
last few years. Since their appearance in 1996 these two CDs have underlined
this. The score is testimony of Salzburg's musical maturity. These sonatas
are close to the sublime. Their richness is no obstacle to an austere
spirituality, profound, new and active. They allow the performers to
experience
a shared search for the "truth". Gunar Letzbor's violin captures
the fascination of the Baroque. The mysterious asymmetry, the unforeseen
and evocative fantasy and the passion for life.
FONO FORUM 1/98
Dem Mystischen geöffnet
Biber, Sonaten über die Mysterien des Rosenkranzes Nr. 1-15, Passacaglia
g-MolI;
Gunar Letzbor (Violine), Lorenz Duftschmid (Viola da gamba), Wolfgang
Zerer (Orgel), Wolfgang Glüxam (Cembalo), Axel Wolf (Laute).
Arcana/Note 1 2 CD 901 (WD: 120 '32') DDD
Aufhahmedatum: 1996
Klangbild: Warm, präsent.
Fertigung: Sorgfältig.
Vergleichseinspielung: John Holloway, Tragicomedia (Virgin/EMI 2 CD 7 59551
2)
Bibers fünfzehn „Mysterien-" oder “Rosenkranz-sonaten",
die zusammen mit der „Schutzengel-passacaglia" einen geschlossenen
Zyklus bilden, stellen den Interpreten nicht bloß vor enorme technische
Probleme. Vielmehr besteht Unklarheit darüber, wie eng die Beziehung
zwischen den einzelnen Stücken und ihren Programmbildern wirklich
ist. Gunar Letzbor nähert sich dieser Frage aus einer barocken Denkhaltung
heraus und sieht beispielsweise einen unmittelbaren Zu-sammenhang zwischen
den verschiedenen Skordaturen und der inneren Dramatik des Rosenkranzgeschehens.
Dies erläutert er nicht nur in einer lesenswerten Werkeinführung,
sondern auch in einer musikalischen Interpretation, die sich dem Mystischen
der Musik öffnet, ohne faulen Zauber zu betreiben. Auf der Grundlage
einer sehr zuverlässigen Technik arbeitet der Solist mit atmosphärischen
Spannungen, mit Stimmungs-nuancierungen und mit Klangfarben, die einerseits
schon das Ergebnis einer persönlichen Reflexion sind, andererseits
den Hörer zum eigenen Re-flektieren anregen. Der entscheidende Vorzug
dieser Arbeit ist das gute Augenmaß, mit dem Letzbor seine Lesarten
präsentiert. So sind die Peitschenhiebe der siebenten Sonate als
solche deutlich zu vernehmen, ohne daß dem Hörer damit die
eigene Leistung des Nachvollzuges schon abgenommen wäre. Gleichwohl
tut Letzbor alles, um diese sehr spezielle, in ihrer Virtuosität
gar mißverständliche Musik dem Publikum nahezubringen. Sein
Ton ist wärmer und auf den ersten Blick auch persönlicher als
der von John Holloway, dessen immer noch exzellente Vergleichseinspielung
etwas spröder wirkt und daher vielleicht eher den Spezialisten zu
empfehlen sein wird. Und während Holloway seinen Biber vor allem
als erstaunlichen Künstler ins Licht rückt, stellt Letzbor ihn
als einen Menschen dar, der bei aller geistigen Selbständigkeit den
ernsthaften Bezug zu seinen katholischen Wurzeln nicht verloren hat. Lediglich
in der abschließenden Passacaglia scheint der Österreicher
die Grenzen zu sprengen. wenn er - was nicht unmittelbar einleuchtet -
mit dem Rhythmus so frei umgeht, daß bisweilen aus dem ungeraden
ein gerader Takt wird. Dem äußerst ansprechenden Gesamteindruck
den die variabel besetzte und flexibel agierende Continuogruppe noch positiv
verstärkt, kann dies freilich nicht schaden.
Matthias Hengelbrock
TOP
Toccata Nr.3/2005 Mai-Juni 2005
Aus:
Ein Denker, Theoretiker, Philosoph?
Werke um 1674
H.I.F.BIBER Sonaten über, die Mysterien des Rosenkranzes, Gunar Letzbor.,
Lorenz Duftschmid, Wolfgng Zerer, Wolfgang Glüxam, Axel Wolf (1996;
119:40); Arcana A401 (2 CDs).
Gunar Letzbor hat die Rosenkranz-Sonaten in der Kirche Mariae Himmelfahrt
im heimatlichen Hallstatt am See aufgenommen. Im Geleitwort seiner Interpretation
bekennt er explizit und freimütig, dass gerade diese Sonaten einer
starken emotionalen und geistigen Deutung bedürften und erst durch
die persönliche Anteilnahme die mystische Grundidee dieser Kompositionen
auch für den Zuhörer spür- und hörbar werden könne.
Entsprechend experimentieren Gunar Letzbor und seine sieben Gefährten
von Ars Antiqua Austria mit Orgel, Cembalo, Laute, Viola da gamba, Kontrabass
zum einen mit einer breiten Palette an Ausdrucksmöglichkeiten ihrer
Instrumente auch jenseits des konventionellen Rahmens, zum anderen durch
variable Zusammensetzung bei der Ausführung des Continuoparts, um
Atmosphäre und Dramatik vielfältig expressiv umzusetzen. Der
Zugang wirkt männlich im Zugriff, vielleicht etwas abenteuerlich,
aber farbig und spannend. In der Track-Liste sind neben Bibers Bezeichnungen
der Einzelstücke auch alle Kupferstiche aus der Handschrift in verkleinerter
Form abgedruckt und die Formeln des Rosenkranz-Gebets im Wortlaut beigegeben.